El juego como herramienta terapéutica

El juego es una herramienta muy útil para enseñar; no sólo al niño, sino al adulto en cualquier etapa, aunque no se le reconozca la mayoría de las veces. De esta manera podemos interiorizar alguna realidad, con un toque de creatividad, y adquirir conocimiento.

Por más difícil que parezca vivir hoy en día; el juego nos hace renacer aquella niñez que por momentos se nos olvida, y nos ubica en el presente para entenderlo de mejor manera.

El juego como técnica de aprendizaje

Si queremos que un niño ejecute o aprenda algo en específico; el juego y la repetición son la clave. Y es cuando los cuidadores, padres, maestros, fisioterapeutas, o personas afines al área de pediatría, podemos apoyarnos en el juego para cumplir objetivos que se vayan trazando, para poder resaltar aún más una cualidad, o para mejorar algún déficit presente en el periodo infanto-juvenil.

A través de las actividades lúdicas, nos adentramos al mundo de los infantes; y es la única manera de hacerles entender el mensaje que queramos transmitirles los adultos de la manera más humanizada posible.

Podría representarse como un puente de la realidad del día a día a la manera de vivir un niño o niña. Soy de las que piensa que el periodo de la infancia debe respetarse y vivirse plenamente etapa por etapa, exigiendo y trabajando cosas en su momento y a su ritmo para no generar frustración en el peque.

Y es cuando como padres, dependiendo de las características de cada individuo, para lograr un objetivo motor, social, cognitivo, educativo, psíquico; nos podemos apoyar en todas esas herramientas lúcidas que existen, para que de alguna manera u otra no ser agresivos, adentrándonos a los límites de cada niño o niña. Sino más bien trabajar de manera progresiva, pillándolo desprevenido y que poco a poco vaya adquiriendo los objetivos planteados.

“Si la familia se encarga de establecer un vínculo sano, este servirá de
estimulación para él o la bebé”

Por ejemplo: Un niño de 4 meses que no realiza el rolado, o lo que tradicionalmente conocemos como la acción de “voltearse”; probablemente sea por la poca tolerancia de estar boca abajo. ¿Cómo hacer para cumplir este objetivo? Sencillo…

Lo primero que se debe hacer es que el bebé tolere la postura boca abajo, teniendo cerca al terapeuta o al cuidador acompañándolo con algún recurso, como su juguete favorito (si es el caso); se va distrayendo y jugando hasta que ya no tenga tolerancia. Luego en el transcurso del día se puede repetir una y otra vez el mismo plan hasta que acepte está posición, tenga fuerza en el cuello para elevar la cabeza, sus brazos puedan elevar parte del tronco, y es allí donde se puede elaborar un plan actualizado para practicar el rolado.

Como es de observar, aquí se está trabajando un objetivo motor de manera humanizada, usando como elemento clave el juego. Y una vez trabajada la parte motora, las otras áreas del neurodesarrollo se irán canalizando en beneficio de la evolución psicomotora del paciente.

El juego como base del vínculo

Ahora bien, el juego también mejora el vínculo de la persona con su hijo, dándole más seguridad cuando se está trabajando un nuevo reto, y ésto  es clave y básico en el mundo de la estimulación, dando como resultado un correcto desenvolvimiento y evolución positiva al ser biopsicosocial.

Al trabajar y mejorar el vínculo afectivo, estamos de alguna manera motivando a ese bebé, y pues se mejora su área psíquica, dándole confort y seguridad para seguir evolucionando y perfeccionando los objetivos propuestos.

Para cerrar; todo lo que nos rodea nos estimula, para bien o para mal. Depende de nosotros cómo recibir, procesar y dar respuesta a información que nos llega de mejor manera, y es cuando los padres deben tener certeza de cómo sus hijos lo llevan, y qué hacer dependiendo del caso.